martes, mayo 24, 2016

ANTONIO PEREIRA, CONTADOR DE CUENTOS





ANTONIO PEREIRA, CONTADOR DE CUENTOS









Lo que deja huella, como esas pisadas en el cemento viejo que parecen enseñarnos acaso un juego de niño, o una travesura, o, quizás, eran solamente la torpeza de un caminante, o que alguien quiso mostrarnos que estuvo allí; es lo que termina siendo importante cuando vas cumpliendo años, y te alejas de esa estúpida sensación de que todo debe ser nuevo y estrenado por ti. Vas acomodando tu vida y tu intelecto a apreciar todas esas cosas que hacen que vuelvas a recordar un pedacito de tiempo, que no tiene porque ser propio, y ni siquiera estrictamente memorable, pero sí son herencia de los cuentos y vivencias de tus padres o tus abuelos, de forma que son parte de tu memoria casi tan claros y vivos, como si hubieran sido vividos por ti mismo. Las personas no mueren hasta que tú las olvidas, y esas personas, como las cosas ligadas a ellas, son necesarias siempre, en cada instante de tu vida y la de tus hijos, porque tú eres su legado. Recuerdo esas fotos en blanco y negro en las que identificas un bisabuelo, una boda olvidada, la foto de la niña que fue amiga del alma en la infancia de tu madre o tu abuela, o las fotos de un niño saltando en los charcos con zapatos de charol, u otras de amigos de larga gabardina esperando al emigrante en la estación de tren o las amigas llevando pasteles a bendecir a la iglesia...Todas esa cosas, extremadamente hermosas para mí, se agolpan en mi mente cuando he leído a Antonio Pereira. Aunque no vivo en León y nací años después...

Quizá hubiera debido hacer un comentario por cada uno de los tres pequeños libros de cuentos que he leído de él: “Picassos en el desván”, “Una ventana a la carretera”, “Cuentos de la Cábila”. Pero pienso que aunque no son, por suerte, iguales y han sido escritos con algunos años de diferencia; sí que me han resultado, evidentemente, hijos de una misma fuente temática, de la que brota, casi sin excepciones, un mismo licor, de color y textura de tierra adentro y olor a pueblo y lluvia, a iglesia y burdel, a caricia y golpe, a sabiduría y trastada, a anís y vino peleón, a caldo y matanza de cerdo. El cuentista nos habla de esas cosas que oyó o vio, y las cuelga de la cuerda de colgar la ropa, exponiendo sus riquezas y sus miserias al lector: sus olores, sus herencias,  colores, calores, las patrias, los milanos, las sabidurías, los consejos... Todo está entre sus líneas. Pero la lluvia solo empapa, es el olor a tierra mojada la que te trae recuerdos. Y si Pereira es lluvia, es una lluvia de esas que va impregnándote a cada paso, llenado tu cabeza y tus hombros, de donde bajan por el pecho y la espalda, hasta entrarte en los huesos, con esa sensación de que todo es agua, el mundo es agua. Como los textos, las palabras, de los cuentos que te hacen creer que todo el mundo se circunscribe a lo que describen esas frases.

Aquí, en estos libros que describo, vives tras los pasos del narrador, que casi siempre es en primera persona, como si fuera la persona que te está contando al oído las cosas que va viendo de lo que le rodea o sintiendo en su propia carne. Nos sentimos espectros del pasado y del presente que acompañamos a los niños corriendo por la plaza, o al cura en la iglesia el día de difuntos, o el alcalde jugando a las cartas en el café, o a los mozos y mozas del pueblo en el baile, o el vendedor que abre una puerta de una tienda que huele a bacalao sin desalar, o acompañamos al hidalgo de la casa señorial a punto de derrumbarse de pobreza y descuido, o al soltero, de viejas costumbres, anonadado por una mujer que le lleva al presente...

Los cuentos de Pereira estás casi todos centrados en una zona de León, en unos años que se adivinan cerca de la mitad del siglo XX, en la posguerra en España, en pueblos más o menos  pequeños, donde no ocurre nada especial, sino el vivir y sobrevivir bajo la estrictas reglas morales, políticas y sociales, bajo aquellas condiciones, tradiciones y maldiciones. Pereria nos describe esa época, que se adivina cenicienta y triste, pero a la que él saca los colores, sabe rebuscar en los momentos de vida que aparecen hasta en lo que pudieran parecer eriales, y descubre un mundo de realidades casi siempre escondidas tras las paredes o en los silencios atronadores de los pueblos donde parece que no ocurre nada, pero donde debajo de lo tradicional, de lo estricto, de lo mandado, aparece un mundo más libre, mas liberal, más sexual, mas sensual, mas colorido, menos decrépito de lo que aparenta desde nuestra vista de hoy; pero, también hay que decirlo, más profundamente hipócrita o quizá, simplemente, era ese sentido de la supervivencia que las personas bajo estrictos mandamientos impuestos desde el poder o la iglesia han sabido siempre sacar.


La prosa de Pereria es, sin duda, particular y, con leerla una vez, profundamente reconocible. En ella se mezcla lo mundano con lo serio, los localismos con la palabra culta, la poesía con el dictado clásico; todo unido parece ubicarnos en el centro una plaza de pueblo donde queremos estar, un lugar al que volver y revisitar cuando quieres encontrarte, en mi caso, con momentos y personajes, que por locales no dejan de ser universales, y parecen que reviven, desde sus cuentos, a ciertos sitios comunes,  lenguajes y comportamientos a los que aprecias o rememoras o te dan lástima o simplemente son el reflejo de una época que no por lejana o triste debe ser olvidada. Y los cuentos de Pereira son una magnifico ejemplo de buena literatura que no debe ser olvidada bajo ningún concepto.

Wineruda




martes, mayo 10, 2016

ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA MOTOCICLETA de ROBERT M. PIRSIG

















ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA MOTOCICLETA de ROBERT M. PIRSIG

Zen and the art of motorcycle maintenance. 1974
Edt. Mondadori 462 Pág
Trad. Esteban Riambau



Necesitaré más lecturas de este libro para alcanzar a comprender todo lo que pretende contar Pirsig. Hay tanta amplitud de ideas que una lectura no me llega para aprehender todas las ideas y propuestas que están posadas en el libro. Que es un libro sobre filosofía es indudable, que es un libro diferente sobre filosofía... también es cierto. Aporta caminos, visiones, versiones diferentes a la del simple análisis histórico o la  del estudio de las ideas de los filósofos clásicos. Contiene una contundente mirada sobre cómo ver el mundo, que puede ser la correcta o no, pero que, ante todo, es distinta. Dicen de él que creo una legión de seguidores entusiastas con  sus ideas, no creo que esa fuera su intención, a mi me parece la expresión de un necesidad de comprender el mundo de otra manera, y de enseñar el camino, su camino, y para desbrozar sendas, asaltar castillos, repeler ataques o promover revoluciones. Todas esas cosas conseguidas y perseguidas desde la mente, desde ese punto que parece aparecer cuando acercas una cerilla a un foco de gas.

“Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta” es la historia de un viaje en moto de un padre con su hijo desde Minnesota al Océano Pacífico. Es una novela de carretera en las que se incrustan unos Chautauquas  -o reflexiones de viaje- en los que el padre habla de la manera de ver la vida de él mismo cuando era otra persona : Fedro. Que era un estudiante, y luego profesor, al que su manera de analizar y tratar el mundo lo llevó al manicomio. La primera parte es el viaje compartido con otra pareja en los que todos su análisis de la vida y sus visiones -sus chautauquas- se inician reflexionando con el modo con el que se puede percibir el arreglo de una motocicleta...Éste puede ser visto, hecho o percibido  desde un punto de vista “clásico” o  desde el punto de vista“romántico”. El primero será el que intentará ver el mantenimiento de la motocicleta desde un punto de vista funcional y el segundo desde un punto de vista del aspecto, de la forma. Digamos que, reduciendo hasta el límite el significado, son : la ciencia y el arte. Pero no es una simple exposición de datos e ideas, no, él defiende que la vida debe ser vista desde el punto de vista clásico, donde del análisis, estudio y tratamiento -es decir el método científico-, pero también cree que no puede ser tomado como camino único, puesto que debe ser tamizado por lo romántico. Por ello piensa que lo simplemente útil no es valido por sí mismo, debe tener una sentido lógico y estético. Cree, más bien, en un trabajo especializado minucioso y personal.  Para su manera de ver las cosas lo importante es  resaltar y apoyar el valor de lo hecho a través del aprendizaje, de  la constancia y el cariño en lo que se hace, más que de lo hecho en masa. Su idea final es que en la vida, en las industrias, en el acontecer de las cosas, debe reunirse lo estético y lo funcional a la vez.

La pareja acompañante abandona al padre y al hijo, y va surgiendo más claramente, en la mente de aquel, el fantasma de Fedro que vivió por la zona que visitan. Una excursión con el hijo por la montaña le servirá para reflexionar sobre algo que consumió a Fedro: “La Calidad”. Y aquí es donde hay momentos que me pierdo en la multiplicidad de sentidos que creo ver en su reflexión. Así aparecerá “La Calidad” como método de distinguir lo bueno de lo malo, también es una manera de encontrar la manera de distinguir una forma objetiva de separar lo bueno de lo malo, o lo estético de lo antiestético, lo moral o lo amoral. De la misma forma el hecho de buscar esa separación también supone encontrar una definición distintiva de lo que se puede llamar bueno. Pero también explica y  entiende “La Calidad” como el estado ideal, el Primero, en el que todo encaja de forma adecuada. Es el momento anterior a todo, cuando todo es pura potencia...El peso del análisis de Pirsig se encuentra en esta ultima definición o distinción. En ella parece, como un cazador, rodear, acechar, pero también enseñar y reducir a la nada, cada una de las partes que pueden definirse como estudio del origen de las cosas. Así que la metafísica es el origen y fin de estas páginas que parecen enseñar un mundo extraño pero sumamente atractivo.

Por los caminos que recorren el narrador y su hijo en la moto, comenzará a crearse un fino muro entre ellos y representará el comienzo de la caída en la personalidad de Fedro ya como persona real. En ellas Pirsig adelanta una fina linea entre filosofía y critica política, pero también lanza una afilada mirada a las formas educativas, criticando en cualquier caso la imposición de ideas concretas, absolutas e invariables en las mentes de los jóvenes en las universidades o en el mundo, y por ello defiende la clara y absoluta necesidad de abrir la mente y dejar que fluya por todos los caminos posibles.

El narrador, que escribe en primera persona, va pareciendo que pierde fuerza por la posesión de Fedro que está descrito en tercera persona, pero que invade los espacios mentales y físicos del padre, hundiendo al hijo en un enfado y un resquemor que lo va alejando. En esta parte de la observación del mundo , en este chautauqua, se enfrenta a la filosofía de Aristóteles con la de Platón en busca de la definición de lo real, de la forma más validad de canalizar el conocimiento del mundo, de distinguir cuál es el método más adecuado para percibirlo, Pero también  se adentra en el espacio del conocimiento que se ubica en la distinción  entre  la retórica y la dialéctica., allí donde aparecen los límites de la búsqueda de la verdad a través del discurso, de la exposición o del simple discurso educativo.

Este libro habla de todo lo anterior  pero también sobre lo racional y lo elevado, sobre el objetivo y lo subjetivo, sobre lo material y lo espiritual , sobre lo ideal y lo real... Todas las ramas del saber se mueven por sus páginas, y solo un reflexivo análisis después de lo leído te permite ver cosas que no has visto a primera vista. Intuyo que no menos de dos o tres lecturas más necesitare para ver todo lo que hay en sus paginas. Así que esta somera reseña hay que tomarla como lo que es: un mapa....esquemático, pero mapa...a fin de cuentas.


lunes, abril 25, 2016

ANTOLOGÍA POÉTICA de PIERRE REVERDY




















ANTOLOGÍA POÉTICA de PIERRE REVERDY
Monte Avila Editores 219 Pág
Versión: Alfredo Silva Estrada



Hay poetas cuya impronta es evidente en sus escritos; su voz, atronadora, se oye detrás de cada letra, de cada estrofa -gritando, escupiendo, amando, sintiendo, elaborando, trabajando, orando, llorando, riendo...-. Es tan poderoso su grito o su suspiro que adivinas su gesto al escribirlo, sus intenciones, sus ganas, incluso pareces verlos físicamente trabajando en la poesía sentado en una mesa, o reclinado sobre una piedra, o borracho en la barra de un bar. Y no es precisamente el uso de la primera persona el que produce esa sensación, sería demasiado fácil o simple, no, es la virulencia con la que evoca y provoca sus sentimientos, o sus visiones o sus mandamientos los que te hacen pensar en él o ella; casi violenta tu espacio su pasión o, a veces, su desgana. Poder, y saber, soportar el embate de su poesía, abastecer tu vida con los sentimientos, necesidades, visiones o pasiones del poeta y sufragar o dibujar con ellos momentos de tu propia existencia es la realidad, para mí, del lector de poesía.

Pierre Reverdy me pareció con la primera lectura, -de las muchas, infinitas, que he tenido de él- un autor cuya voz se difuminaba en una sucesión de frases -bellísimas también- que describían una acción, un pensamiento, un paisaje, un recuerdo... y parecía ser como los cuadros de los grandes almacenes, hermosos pero faltos del aliento y el pegamento que convierte un cuadro pintado por encargo mojigato en una obra de arte. Pero no, eso no sucede con Pierre Reverdy, solo si haces una lectura estúpida y desatenta como aquella primera mía -pecado de juventud-. Pierre Reverdy escribe como si las letras fueran la génesis del giro de un agujero negro en el espacio que te hace girar y girar -como un embudo- hasta absorberte y desmenuzar tus sentimientos y tu sensibilidad. Van comiendo el espacio que hay entre tú y ellas y van acercándose, y cercándote, hasta que parece que el mundo sólo son ellas y te llevan por su camino hasta vencerte. Solo quedaís el poema, tú y el mundo...


PRISIÖN

Quedé apresado por el ala exquisita del azar
Había olvidado decirlo
Había perdido el sentido de la distancia
En el desastre del presente
Apretado entre las mallas rígidas de la razón
Ahogado por fuerzas precisas
Daba vueltas alrededor de la casas sin comprender
Sentado de pie perdido en el delirio
Y sin memoria que remontar en los límites oscuros
Ya nada que conservar en las manos que se confunden
Nada que retener o que espigar entre los dedos
Tan solo quedan reflejos que resbalan
Del agua del viento
filtros límpidos
En mis ojos
Y la sangre del deseo que cambia de índole
Imágenes
Imágenes
Sin ninguna realidad para nutrirse





O

Hay manos que pasan
Algo pasa en el viento
Tres cabezas al menos se balancean
Mis ojos parten a todo correr
Llegaría a tiempo
Pero un puño me retiene

Un hombre ha caído
Alguien salió y no ha regresado
En el quinto piso la lámpara sigue encendida

En la noche
Bajo la lluvia
18 francos cincuenta de taxi
El número cae al agua

Ella pasa frente a la alcantarilla
El hueco
Qué asco
El reloj de pared que palpita en la casa como un corazón
Hay momentos en que uno quisiera ser mejor
O matar a alguien

Allí hay una trampa

Un gato negro se escapa por la nieve
¡Y gente!
Gente a quienes no temo tanto como a los agentes
La luna está cansada de mirar la noche
Ella se fue
Y voy a ponerme a trabajar
Ni la puerta ni la ventana me sirven de nada

Rezo para conmover al conserje del paraíso
Ese donde tu vives

Las 3 y ¼
En la vida siempre me habré levantado demasiado tarde

El tiempo ha pasado
No he hecho nada


Una sombra se desliza entre patio y jardín
Mañana por la mañana estaré allí una vez más
En la acera

Unos rostros flotan a lo lejos entre la niebla


Reverdy compone sus poemas, la mayoría, como si alimentara una vieja ametralladora con una cinta de balas, o como si un ejercito de honderos lanzara sus piedras hacia el sol, llenando el espacio, oscureciéndolo, de artefactos, de palabras, de textos, de ideas, de imágenes, de oscuridad y carga. Que uno a uno no son nada pero la unión de todos oscurece , por un momento, el amanecer. Todos sus versos son fuego o tierra o agua o aire, elementos diferentes que se convierten en estrofa, verso, mundo, visión... Hay una versión de cómo se conformó el mundo en cada poema, te enseña la forma en que los átomos sucumbieron a la atracción que produjo el primer pedazo de  materia viva. Todo es vida, todo es muerte, silencio o rudio, palomas y trampas, sabios o incapaces de soñar,  en los poemas de Reverdy... Pero si algo desprenden los poemas de este libro, son que en los espacios vacios también se compone un poema, parece que hay una pausa ente cada verso para que pienses el camino que debes tomar al imaginártelo, al pensar en él, y así parece que los poemas se componen de ventanas que dejan ver el otro lado y de paredes en las que se sujetan las visiones.



CALLE

Habría que pasar por allá enfrente
Palabras que el viento se lleva
Cuánto tiempo necesitaremos
Un minuto mas y estoy allí
Me quedo solo contra la puerta
Los árboles habrán tiritado
Si una nube pesada se detiene
Ante la puerta cerrada
Y bajo el cielo
Las horas pasan
Por mi parte yo olvidaré hasta mi nombre
Sobre la acera donde nacieron
Los Pájaros gritan
Otras voces ruedan
Las campanas se han puesto a sonar
Y todas las cabezas se giran
Al irse me habrán hablado




DURANTE LA NOCHE


EL horizonte está lleno de lámparas
Teatro claro
la danza
la estrella en el extremo del hilo
el peso demasiado fuerte
a lo largo del camino corre la tormenta
Uno sale
Uno duerme
El miedo se desliza por el decorado
La noche exhala un suspiro y muere
Contra el espejo al fondo del lecho
La luna me mira y ríe
EL cielo negro se vuelve más pequeño
Las alas rozan el techo
EL viento se ha detenido más abajo
No obstante no se ha hecho nada
No se ha dicho nada
Las cortinas han vuelto a cerrarse
Los párpados deshacen sus arrugas
Y he aquí la abeja del sueño
En el extremo de la sombrilla


Pareciera que los versos de Pierre Reverdy nos cuentan una visión momentánea, un suceso que aun está activo o acaba de acabar, como si la prisa por contarlo superara el pudor de su existencia: Parte de sus versos, de sus poemas, activan el tiempo y acortan el espacio: Son mundos recorridos en el tiempo que tarda un poema en componerse. Llenados o vaciados por completo con la visión del poeta. Porque los poemas están escritos para componer mundos pero, también´, para vaciarlos y dejar la habitación desnuda para el siguiente invitado...Y él recrear el mundo a su medida y con sus palabras.



SECRETO




La campana vacía
Los pájaros muertos
En la casa donde todo se adormece
Son las nueve
La tierra se mantiene inmóvil
Se diría que alguien suspira
Los árboles parecen sonreír
El agua tiembla en la punta de cada hoja
Una nube atraviesa la noche
Frente a la puerta un hombre canta
Una ventana se abre sin ruido





LA SOMBRA DEL MURO




Un ojo reventado por una pluma
Lágrima que cae de la luna
Un lago
El mundo cabe dentro un saco
La noche
Los cipreses hacen la misma señal
En blanco la ruta los subraya
EL paisaje invernal es azul
Los dedos tiemblan
Dos grandes cuadrados que se parecen
Las sombras danzan en medio
DE las bestias que no se ven
De las voces
A todo lo largo del camino
Llueve





Sería tonto -e irresponsable-no hablar de los movimientos a los que se sumo Reverdy en la
época de esplendor literario -el cubismo y el surrealismo- cosa que se desprende como gotas de una vela por toda sus composiciones, en especial el surrealismo, porque el caso del cubismo supongo que es más complicado de distinguir en su teoría, puesto que Reverdy no hace demasiados -o muy espectaculares- dibujos con las posiciones de sus versos en la hoja, no. Así que lo que más evidencia puede dejar de su influencia es parte de lo que he anotado antes, que sus versos muestran todos los lados de los elementos hasta convertirse, el poema al fin, en materia sólida e identificable por todos sus lados.





HORIZONTE

Mi dedo sangra
Con él
Te escribo
EL reino de los viejos reyes ha terminado
El sueño es un jamón
Pesado
Que cuelga del techo
Y la ceniza de tu tabaco
Contiene toda la luz

A la vuelta del camino
Los árboles sangran
El sol asesino
Ensangrienta los pinos
Y a quienes pasan por su pradera húmeda

La noche en que se durmió el primer autillo
Yo estaba Borracho
Mis miembros blandos cuelgan de allí
Y el cielo me sostiene
El cielo donde me lavo los ojos cada mañana

Mi mano roja es una palabra
Un llamado breve donde palpita un sollozo

Sangre vertida sobre papel secante
La tinta no cuesta nada

Camino sobra manchas que son charcas
Entre arroyos negros que van lejos
Al extremo del mundo donde alguien me espera
En la fuente o las gotas de sangre que caen de mi corazón
lo que se escucha

Un clarín en el azul toca generala





CORTEJO

Las manos levantadas muy en alto casi tocaban el techo
Más allá los ojos se cierran sobre todo lo que se ve
La luna con el cuello torcido los brazos se aferran
Los árboles bajo el viento se apresuran a caminar
Al timbre de tu voz el cielo tibio se vacía
Las estrellas perdidas caen en el arroyo
Y sobre tu mano brillan unas perlas
Sin embargo la lluvia no cae
Apagan todas las ventanas
Las nubes vuelan mas bajo
la calle se cierra a la tempestad
a todos los golpes que no se escuchan
Cuando al último en llegar franquea la puerta baja
Es detrás del muro más grueso donde todo sucede.




NACER A LA TORMENTA



Toda la faz redonda
En el rincón oscuro del cielo
La espada
El mapamundi
Bajo las cortinas del aire
Unos párpados más largos
En el cuarto al revés
Una nube se desploma
La noche sale de un relámpago





Desheredado por la fama entre la mayoría de los lectores de habla hispana, Reverdy es más un gigante de los del Quijote, reflejo de hazañas soñadas y narraciones tan  repetidas como leídas, pero resulta que sus poemas aquí no tienen ojos, sus estrofas son como aspas que golpean la nada; son acaso reflejos de un mundo dorado que no anida aquí. Pero  no existen bálsamos ni magos ni galeotes que puedan apagar su delicadeza: Ni condenar la templanza de sus sonidos y sus imágenes a la penumbra de la habitación solitaria, sin honor y sin vientos que muevan sus versos que llegan como murmullos desechados por mil oídos, al mio. Y allí retengo sus espectros y sus materias para reproducirlas como en las escenas finales de “Fahrenheit 451”


wineruda

jueves, abril 21, 2016

ARIEL de SYLVIA PLATH




















ARIEL de SYLVIA PLATH
ariel 1965
Edto Hiperión 197 Pág
Trad. Ramón Buenaventura


Suelo retomar este libro, más o menos, cada seis meses. No sé si lo necesito o ya es una manera de reemprender un camino conocido, con paisajes repetidos, olores reincidentes, pisadas acompasadas, que parecen tranquilizarme, parecen ser ese refugio que parecía recomponer todo tu mundo cuando eras pequeño;  fuese la amplitud de un paraguas bajo la lluvia, fuese un armario grande jugando al escondite, fuese una casa -maltrecha-.en el árbol; todos eran lugares donde el universo parecía que se paraba en sus fronteras y lo dominabas a tu antojo. Volver a”Ariel” es todo eso y es descubrimiento, personal y del libro. Personal porque cada vez que lo lees descubres una manera de verlo, de distinguirlo, de interpretarlo que no estaba en ti las anteriores veces; sabes que tu visión cambió, que ese día, que ese momento, que , quizá , para siempre descubriste una razón, una explicación, un porqué que no estaba antes en ti. Y descubres, cada vez, el libro porque reconoces senderos y atajos por los que no habías andado,  ya que el libro es diferente cada día que abres sus páginas. Y así debe ser puesto que los libros son seres vivos que respiran contigo -acompasan su respiración a la tuya-, cierran los ojos cuando lo haces tú, y ríen o sollozan cuando tu lo haces, son tan parte de ti en ese instante que parecen ser sido escritos por ti o sólo para ti.

Así que este comentario de “Ariel” sólo es representativo de este día y, en este día, de este momento...

“Ariel” es la lágrima que cae del rostro de Sylvia; es parte del fantasma funesto que llevaba dentro; es el altar donde expone todas las cosas que componían su vida: bellas, tristes, sin importancia, amables, obsesivas, sangrantes; es el canto del pájaro que se sabe abatido y parece alegrarse por eso: es el recibidor donde Sylvia deposita su sombrero, sus zapatos, sus recuerdos y su alma , es el sagrario donde deja sus huesos y su sangre.

PAPAITO

Ya no, ya no
ya no me sirves, zapato negro
En el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca
sin atreverme apenas a respirar o hacer achis

Papaito he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo.
pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San francisco

Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en el que se verte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.

En tu lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
De guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco


dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir donde
pusiste pie, raíces;
nunca me pude dirigir a ti-o.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
Apenas lograba hablar.
Creía verte en todos los alemanes .
Y el lenguaje obsceno.

Una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.


Las nieves del Tirol, la cerveza clara de Viena
No son ni muy puras ni muy auténticas
Con mi abuela gitana y mis suerte rara
y mis naipes del Tarot, y mis naipes del Tarot,
podría ser algo judía.

Siempre te tuve miedo:
Con tu Luftwaffe, con tu pomposa jerga,
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante
Hombre-pánzer, hombre-pánzer. Oh tú…

No Dios sino una esvástica
Tan negra que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara, el bruto
el bruto corazón de un bruto como tú.

Estas de pie junto a la pizarra, papaito
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie
pero no por ello menos diablo, no menos
El hombre de negro que

me partió de e un mordisco el bonito corazón en dos .
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
a los veinte traté de morir
Para volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.

Pero me sacaron de la tumba
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.
Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro, con aire de Meinkampf,

e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papaito que pro fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que crie lombrices.


Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y se me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar papaito

Hay una estaca clavada en tu negro y grasiento corazón,
a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean sobre ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papaito, papaito, hijoputa ya he terminado.


Y en estos poemas se desbrozan todos los caminos por donde caminaba la poeta, todas sus alucinaciones o realidades, todos sus miedos, angustias, odios, sentimientos, complejos.. Sylvia las presenta con tal fuerza, con tal lucidez, con esa mezcla de resentimiento y furia que parece destruir todos los puentes, ya sea con los muertos, como en esta poesía con su padre que la dejó sola al morir,ya sea con la fiereza contra su marido que parece alejarse de ella. Todo parece sobrepasarla. Y la devastadora poesía parece ser el volcán por donde expulsar sus sentimientos. Que por un lado parecen ser vengativos y, por ello, combativos, y por otro lado son de aceptación de la búsqueda del fin, de la nada, de la, según ella, tranquilidad de la tierra...

“Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.”


Pero como todas las clases de arte, lo que estremece también atrae, lo que reconcome se abalanza sobre tu intelecto, y pareces preguntarte la razón por la que se escribe, por la que un autor expone sus sentimientos, y, lo que es más importante, buscas la razón por la que tú las lees y te importa, y de repente aparece un poema como un epitafio, una despedida como un poema...

FILO

La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo;
así los pétalos de una rosa cerrada,
cuando el jardín se envara
y los olores sangran de las dulces gargantas profundas
de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran.



Y todo parece oscurecerse: sentimientos, ideas, futuros, pasados...nada parece ser importante. Se trazan las palabras en las que un poeta se va, consciente, y abandona...Lo deja todo y acaba con un poema, como último suspiro... Como último sitio para ser pasto de la belleza antes que  de los gusanos.






Pero me niego a que Sylvia sea solo la poeta de “Papaito” o de “Filo” o de “Lady lazarus” creados casi como si fueran cuerpos brillantes celestes en la inmensa oscuridad del cielo -negra, muy negra, oscuridad-...No. Ella es una poeta de palabras labradas, de imágenes deslumbrantes, de metáforas que parecen decirte que aun hay sensaciones más lejos de lo que creías, que de la nada salen sueños y sensaciones que no debes olvidar. Que los verdaderos poetas se desnudan desde el alma hasta los pies, que luchan a degüello, sin hacer prisioneros, y como en las viejas películas de vaqueros, una trompeta suena porque parece que llega el fin, las sombras parecen rodear la ciudad y el héroe mira la oscuridad queriendo descubrir de dónde vendrá todo, de qué lugar llegará el principio o el fin.

Esta también es poesía de esas que surge de la luz clara del alma.






CANCION MATUTINA



EL amor te echó a andar como un rollizo reloj de oro.
La comadrona te palmeó la planta de los pies, y tu grito calvo
ocupó su lugar entre los elementos



Tu llegara se agranda en el eco que nuestra voz la hace estatua nueva.
En un museo de corrientes de aire, tu desnudez
proyecta sombra en nuestra seguridad: estamos a tu alrededor
en blanco como paredes.



No soy más madre tuya
que la nube que destila un espejo en el cual se reflejes su propio demorado
desvaneces por mano del viento.



Durante toda la noche, tu aliento de polilla
tilila entre las rosas planas y rojizas, Me despierto a escuchar:
un mar lejano se mueve en mi oído.



Un grito: bajo la cama a tropezones, pesada como una vaca y floral
en mi camisón victoriano.
Abre la boca con limpieza de gato; el rectángulo de le ventana



palidece y se engulle sus estrellas opacas, Y ahora Tú ensayas
tu puñado de notas:
como globos se elevan las claras vocales.


Cada poema es singularmente distinto para cada lector, para cada momento y para cada estado mental; así que nada parece ser igual para los lectores de Sylvia: habrá gente que le asuste, que no le guste, que le de miedo, incluso que le espante, pero, estoy seguro, no hay indiferencia hacia sus poemas, porque lo que nace de entre esos lugares abruptos, se empecina en no dejar que su parto, su viaje, no haya sido en balde: furia o amor, sitio o huida, salmo o insulto, serpiente o manzana, todo, todo habrá nacido de ellos y será parte del lector, no pasará de puntillas, por un lado u otro.


Con el tiempo, he aprendido a comprender las páginas del libro -a mi manera- sólo quizás para mí, pero he descubierto el lado por donde más luce la belleza, lejos de los postes que señalan los lugares más frecuentados, porque siempre es agradable descubrir que tras un lugar bello se esconde uno, incluso, más hermoso.

PEQUEÑA FUGA

Se agitan los dedos negros del tejo;
pasan por encima frías nubes .
Igual los sordos y los mudos
hacen señas al ciego y quedan ignorados

Me gustan las expresiones negras.
¡La carencia de rasgos de esa nube de ahí!
!blanca en todas partes, como un ojo!
El ojo del pianista ciego,

conmigo a la mesa, en el barco.
Buscaba la comida a tientas.
Tenía en cada dedo una nariz de comadreja.
Yo no lograba apartar al vista.

Era capaz de escuchar a Beethoven:
negro tejo, blanca nube,
las horrendas complicaciones.
Trampas para dedos -un tumulto de teclas.

Tontos y vacíos como platos,
sonríen los ciegos.
Envidio los grandes ruidos,
el seto de tejo de la Grosse Fugue.

La sordera es otra cosa.
¡Qué embudo tan oscuro, padre mio!
Veo tu voz
negra y frondosa, como en mi niñez,

seto de tejos, hecho con ordenes
gótico y bárbaro, puro alemán.
Los muertos gritan desde él.
Pero yo no tengo la culpa de nada.

Luego el tejo es mi Cristo,.
¡No padece los mismos tormentos!
¡Y tú, durante la Gran Guerra.
En la delicatessen en California,

desmochando embutidos!
Ellos colorean mis sueños,
rojos, con motas, como cuellos cortados!
¡Qué silencio !

Un gran silencio de un orden distinto
tenía siete años y no sabía nada.
El mundo sucedía
tenías una pierna, y la mente prusiana.

Ahora, nubes parecidas
están desplegando sus sábanas vacuas.
¿No dices nada?
Ando algo coja de memoria.

Recuerdo un ojo azul,
un maletín de mandarinas.
¡Eso queda de un hombre, pues!
La muerte se abría, como un árbol negro, negramente.

Sobrevivo ese rato
poniendo en orden la mañana.
Éstos son mis dedos, éste es mi hijo recién nacido.
Las nubes son un vestido de boda, así de pálidas.

Lejos quedan los años que vivió y murió Sylvia Plath; lejos quedan lugares, países, vidas y fuegos; pero este libro quema entre mis manos como recién nacido de la fragua que parece ser soplada por una procesión de inciertos amantes de la nada, de las llamas, del amor, de la belleza, de los sentimientos, de los sabores ácidos y dulces, de los amantes de todo.







martes, abril 12, 2016

EL OCASO DE LOS SUPERHÉROES de DEBORAH EISENBERG















EL OCASO DE LOS SUPERHÉROES de DEBORAH EISENBERG
twilight of the superheroes 2006
Edt. Leqtor 237 Pág
Trdc. Luis Murillo Fort


Si Pink Floyd te dijo: “ojalá que estuvieses aquí” y aunque aún el eco retumba en las paredes donde has gritado para comprenderlo, también las palabras silenciosas de las páginas de algunos libros parecen estallar entre tus orejas, en el exacto centro de tu cerebro, y te hacen vislumbrar donde estás. “Ojalá no estuvieses aquí” parecen decirte las palabras de muchas historias, de muchos libros, que traspasan el papel para hacerse casi verdaderas, e insultarte y vejarte, para impresionarte y hacer que dobles la espalda bajo los golpes no ya físicos, no ya mentales, no ya presentes, sino aquellos que, te previenen, vendran en el  futuro -“Ojalá no vaya a estar allí”-. Esas palabras que parecen pender encima de tu cabeza, como una cuerda en el cadalso, como una nube cargada de lluvia que, miserable, no la deja escapar, son las que más temes, como esas cosas que van a suceder, que irremediablemente el camino te va a llevar allí, lento y inexorable te acercará el horizonte hasta la punta de tu nariz. Entonces todas esas historias que te cuentan algunos de esos libros, son como los aullidos que preceden al lobo, el estampido que precede a la bala, el beso que acompaña a Judas, la semilla que precede a la cicuta,- “ojalá no hubiera estado allí”-, esas historias que parece preceder al fin y al principio del mundo, de los mundos que cuentan, que parecen ser los universos de todos nosotros, porque nos identifica con sitios, momentos, lugares que visitaste o que visitaron por ti y que no deberían haber estado allí. -“ojalá que no esté aquí”- “El ocaso de los superhéroes” son las historias de gente que hubiera deseado estar en cualquier otro sito diferente al que estaba, podrá descubrirlo antes o después, saltar del tren en marcha, faltar la cita, pensarlo después o antes, pero el sitio donde seguir su vida deberá estar lejos de donde está. -“Ojala que no hubiera estado aquí”-



Y los seis cuentos que componen el libro son un recorrido por la mente, por las palabras o por los actos de esas personas que van descubriendo o simplemente mostrando, cómo se llega al fondo del precipicio o cómo van perdiéndose los agarraderos que te sostienen y te deslizas hacia abajo, hacia el fondo para volver a morir o , en el mejor de los casos, para volver a empezar; porque morir se puede morir de muchas maneras y todas fantásticamente preparadas para no saber distinguir el cielo del infierno, o, a lo mejor,  para descubrir que el infierno está repleto de personas con la mente vacía, o con la simpleza de lo sucio, de lo inerte, de lo francamente olvidable. Porque detrás de cada historia, de cada página, de cada vida, puede estar el mal o el bien, lo agradable o lo desagradable, lo olvidable y lo indeleble;  pero tú serás, en ese infierno, como un pez nadando en una pecera, dando vueltas sin fin, y que parece tener todo el tiempo y el espacio del mundo pero solo das vueltas y vueltas sobre ti mismo pensando ser el más libre y y el más despejado del mundo cuando eres, realmente,  lo más denigrado y denigrante que ha rozado tu mundo estrecho y malvado. Deborah Eisenberg sabe convertirse en las escamas del pez y algunas veces lo salva y otras veces parece condenarle como un Sisifo de agua y escamas brillantes. Pero, en cualquier caso, todas las vidas que cuenta, todas los planos cenitales que da de sus personajes son miradas como con una gran lupa de aumentos infinitos que muestras a veces el pasado y otras el futuro, pero sobre todo un presente que parece sostener la mecha de algo que se va a encender o no...


Deborah Eisenberg, escribe de forma que cuenta detalles en apariencia desechables, pero que son desde donde vas erigir los cimientos de la construcción de, sobre todo, la personalidad de los protagonistas,esos  que sostienen el edificio de las historias; en ellas no parecen pasar grandes cosas, no hay aventuras, ni paseos a la luz de la luna, ni siquiera relaciones pasionales o dulces, no; estas son historias que construyen los personajes por lo que dicen o dijeron, por como actuaron en determinado momento y de determinada forma. La prosa, magnífica, te llevará por venganzas, violencias, añoranzas, perdidas, semblanzas, jóvenes indefensos, hablará de la caída de las Torres gemelas, de inocentes y culpables, de opiniones políticas, de la perdida del trabajo, del pasado que se quiere olvidar, de amores desarrapados, de sueños incumplidos... no son historias que hagan un mundo mejor, pero a veces es imposible y solo puedes retratarlo. Pintar cuadros al oleo de cementerios de coches no es imposible pero es más lógico fotografiarlos y mostrar esa esquina del mundo donde se roza lo bello y lo absurdo, lo imposible y lo feo, el filo cortante y el martillo que lo deshace, la pintura desconchada y la mano que la arranca con la uña, la gasolina que escapa y el fuego que la elimina.

Como una aguja roza el disco y se alza y baja con el movimiento del vinilo ya doblado de las veces que se puso en el plato,- suena “Wish you were here”- este libro te va llevando por su surco, te levanta y te hunde influido por los pliegos de las historias, las personas y las sombras que parecen ocultarte algunas veces y las luces que te deslumbran otras; por los graves y los agudos que va mostrándote la vida. Pero eso es un libro, vanos y paredes que ocultan y muestran cosas y personas, descubrir la puerta y conocer el escondite de las llaves es tu función.

“Ojalá que estuvieses aquí,
solo somos dos almas perdidas,
nadando en una pecera,
año tras año,
corriendo sobre el mismo viejo suelo,
¿qué hemos encontrado?
Los mismos viejos miedos. ”
-Pink Floyd-

wineruda

miércoles, abril 06, 2016

POESÍA CLÁSICA CHINA edición de GUOJAN CHEN


















POESÍA CLÁSICA CHINA edición de GUOJAN CHEN
cátedra 387 Pág
2001


Buscar, siempre buscar donde aparezca, debajo de la mesa, en las aceras, entre los matorrales, en las cloacas, en el cielo gris de contaminación, en la mesa con la pata coja, en el mesón apartado del camino, entre nenúfares o maizales a medio cultivar, entre madrigueras de tejones o en tejados rotos por el viento del norte; algo que supere el mero pasatiempo, se aleje de la simple diversión, y no toque, siquiera, esa ridicula exusa que clama por   dejar pasar el tiempo entretenido; y  llegar a un punto más allá: el placer. Ese placer que no nace de algo que necesites, pero una vez conocido es parte de tu vida, como un gancho, o mejor un anzuelo, que se te ha enganchado en esa mísera porción del cerebro que dedicamos a soportar mejor este universo de cosas rematadamente egoístas en el que vivimos, donde nada está hecho sino para que sea aplaudido por la masa, si no es así no parece merecer la pena. Así algo tan simple como leer un libro de poesía clásica china es una buena situación para que seas llamado raro, elitista, extraño, o especial. Sin embargo,  el agrado que me produce el leerlo supera hasta lo inimaginable las miradas de soslayo que he recibido mientras lo leía. Vivir para disfrutar de las cosas que son agradables, que te aportan sensaciones nuevas, experiencias, desde físicas hasta visuales o intelectuales, o simplemente esas que te hacen quedarte en un estado de dicha, que aunque solo dure medio segundo es suficiente para disfrutar de un momento de ese placer. Aunque sea  con poco vino en mi vaso y sin compañía ¿qué importa? ...nada

EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD EN PRIMAVERA

Cantando, bebo sólo,
en mi jardín vació.
Compongo unos poemas
en este hermoso día.
Las orquídeas invaden las estrechas sendas.
Los sauces cubren el largo arroyo.
Ha terminado la lluvia
Las flores mojadas
brillas como perlas.
Calmado el viento, me parece
que hay menos hojas en los árboles.
Quiero embriagarme a gusto
como los ermitaños.
Sólo temo que en mi jarra
no haya suficiente vino.
(Wang Bo 650-676)

El placer es tan variable que puede atraparte incluso en el momento de desdicha, en ese estado que te reconforta hasta sufrir, porque el mundo , si sufres, parece que quiere sufrir contigo: el simple hecho de contar o universalizar tu tristeza es parte de los placeres que ocultamente disfrutan , y no reconocen, los heridos de amor o de distancia...




LUNA ESPLENDOROSA

Luna esplendorosa.
Ilumina las cortinas ante mi lecho.
Triste, no puedo conciliar el sueño.
Me levanto y me paseo por la alcoba.
Aunque dicen que es feliz la senda del viajero
prefiero verlo de regreso pronto.
Salgo a la puerta, sola, melancólica.
¿A quién voy a confiar mis tristezas?
Dirijo a la lejanía la última mirada
y vuelvo a mi aposento.
Las lágrimas mojan mi blusa y mi falda.
Anónimo (siglo II)


EN EL BOSQUE DE BAMBÚES

Sentado solo entre silenciosos bambúes
taño mi laúd y silbo unas canciones.
Nadie sabe que estoy en el espejo follaje.
Sólo la brillante luna acude a acompañarme.
(Wang Fei 701-761)


NOSTALGIA

Río diáfano: Pájaros blancos.
Las montañas verdean,
y las flores lucen más frescas.
En estas contemplaciones
se irá la primavera.
¿Qué estación del año
me llevará a mi hogar,
hace tiempo abandonado?
(Du Fu 712-770)

Encontrarme con estos poemas chinos ha sido una experiencia que atraviesa lo casual, para convertirse en un previsto intento de buscar modos diferentes de mirar la vida. La simpleza que buscan estos versos en los que destaca la descripción de la naturaleza, de la amistad, de lo amores, de la vida que trascurre normal y lenta por el tiempo, entre el espacio que se encuentra entre la eterna juventud y la repentina vejez. Encontrándote con los ríos que siempre van atravesando el paisaje y que parecen los mismos pero nunca dejan que los recuerdes como fueron, porque cambian a cada instante para ser como la vida, inexpertos en ser expertos, locuaces en silencios y tremendamente viejos para lo jóvenes que son, porque aunque el rio ,como nosotros que parecemos siempre los mismos, él parece el mismo pero nunca atraviesan la mismas aguas su cauce. Así es eterno como lo somos nosotros porque somos hijos de nuestros padres y aquellos de sus padres, y aquellos de otros, y otros... Todo pasa y sólo los ingenuos parecen quedarse, y los jóvenes que creen que se van a quedar.

DE NOCHE , VISPERA DEL AÑO NUEVO

En la posada, solo, permanezco
desvelado ante una lámpara gélida.
Está mi corazón de viajero
en honda melancólica inmerso.
Mi pensamiento atraviesa mil leguas
para llegar a mi tierra natal.
Mañana van a encontrar
más blanca mi cabellera.

(Gao Shi (702-765)

LA ALDEA JIANG
II
En mi vejez me veo obligado
a vegetar en casa
sumergido en la melancolía.
Mi pequeño hijo
no se separa de mí ni un minuto
temiendo que vuelva a abandonarlo.
El año pasado solía dar paseos
por el estanque para tomar el fresco.
Ahora, el viento del norte, sopla con ira.
Mil reflexiones embargan mi mente.
Por suerte vamos a tener una buena cosecha
y ya veo las bodegas llenas.
Verteré vino en mi copa
para aliviar el crepúsculo de mi vida.
(Du Fu 712-770)

Y aunque los poemas clásicos chinos son para ser cantados o para ser leídos, poco importa, lo cierto que dejas pasear los ojos por sus versos, en las que a pesar de que la traducción ha hecho perder mucha de belleza, esta es tan alta que deja que sientas el arrobo de sus aires, de sus olores, de sus perdidas, el trastorno de sus huidas y destierros, la maravilla de sus ríos, bambúes, árboles, cielos, mujeres, hombres, ancianos y niños que parten de su páginas para, a pesar de lo siglos pasados, entrar por tus ventanas y pasear entre el aire de tus pulmones y dejan oír la cadencia del sonido de sus corazones o el rugido de sus riadas, o el sonido del lento crecimiento de sus tallos o el destructivo sonido de alguna batalla perdida o de alguna amada que no quisimos olvidar y aun resuenan sus pasos por el aire que rodea tu mente mientras lees el libro.

A LA ORILLA DEL LAGO

A la fresca sombra de los bambúes,
dos monjes de la montaña, sentados
se enfrascan en su juego de ajedrez.
Nadie los ve a través e la espesura,.
Pero de vez en cuando se percibe
el ruido de una pieza que se mueve.

(Bai Juyi 772-846)



EL CREPÚSCULO

Han vuelto a los establos ovejas y vacas.
Todos han cerrado su puerta de leño.
Brisa. Luna. Noche plateada,
Ríos y montañas pintorescos, más ajenos.
El sosegado arroyo murmura entre las peñas.
El rocío perla las hierbas de otoño..
La luz del candil baña mi blanca cabeza,
¿Por qué parpadeas con tanto gozo?
(Gao Shi 702-765)


SENTADO; SOLO; EN LA MONTAÑA DE JINGTING

Los pájaros han vuelto a sus ruidos en bandadas.
Perezosa, la última nube se aleja.
Oh montaña, eres mi única compañera.
Ni a ti ni a mí el mirarnos nos cansa.
(Li Bai 701-762)

Pero al final todo ejercicio de lectura busca un único fin, el gusto de leer cosas que lleguen un poco más allá de lo que llega el resto de las cosas que haces a lo largo de un día: frenar y pararse del todo para desviar el timón con el que te conduces por lugares que se desvían de la estúpida rutina diaria, pero no con ese desvió de un entretenimiento inocuo y febril, sino ese que busca una pausada y directa mirada al lado oculto de la luna, ese que dicen los mayores que esconde riquezas y bellezas sin cuento, solo se te exige una cosa, que el encontrarlo sea un esfuerzo mayor que el de mirar una lectura de la  nada  o una serie repetida de televisión, o unas noticias teledirigidas...


EL OCASO
El sol poniente cuelga
de los ganchos de una cortina.
El crepúsculo envuelve
el arroyo de primavera.
Fragantes flores visten
el jardín de la orilla.
Sobre las lentas barcas,
el humo de fogones.
Gorriones charlatanes
se disputan las ramas.
En todo el patio, errantes.
los insectos vuelan.
Una sola copa basta
para disolver infinitas tristezas.
(Gao Shi 702-765)



Y en estos tiempos en los que la poesía es pasto de las llamas de los hogueras que arrasan  este siglo con prisa y de búsqueda de la lectura útil y fácil, época de las de pensamiento rápido y  busca de la brillante idea que nos haga ricos de repente; donde la lotería es el medio para hacerse mejor persona y la fama rápida es la forma de ser alguien importante; leer este libro de versos antiguos, de letras pausadas e ideas sencillas y pensamientos bellos, es una forma de rebelarse contra todo y contra todos,  Leo, pienso y hago lo que me place, y me place lo que leo, hago y pienso...


wineruda







domingo, abril 03, 2016

LAS MENTIRAS DE LA NOCHE de GESUALDO BUFALINO





















LAS MENTIRAS DE LA NOCHE de GESUALDO BUFALINO
le menzogne della notte 1988
Edtral. Anagrama 185 Pag
Tduc. Joaquín Jordá






Acabaríamos leyendo textos limpios y sin más sentido que el claro y directo que surge de la rápida lectura de la unión de sus letras; acabaríamos leyendo pasajes al que sólo el sentido práctico daría valor a lo que entendiéramos; acabaríamos leyendo relatos en los que te cuentan lo que quieres oír ; acabaríamos leyendo narraciones en los que los temas tratados sean el resultado de un estudio de los gustos más de moda aparecidos tras una encuesta; terminaríamos leyendo dejando de lado la belleza de lo inútil, del encanto de lo improductivo; dejaríamos de saborear lo leído con paciencia, con la parsimonia del que saborea una taza de chocolate espeso, con el saber del que escucha una canción de cuna cantada en euskera; todo eso sucedería si no existieran textos como los de “Las mentiras de la noche” y escritores como Gesualdo Bufalino, en los que, lejos de la unión monótona de letras y conjunciones, de comas o puntos y seguidos más o menos abundantes, de palabras de significados únicos o polisémicos; él descubre -nos hace descubrir- lugares por donde vadear el rio mojándote hasta el gaznate de ideas y frases, y párrafos, y hojas, y capítulos, y búsquedas, que no hubieras conocido si hubieras cruzado por el puente, más cercano, más transitado,  pero más tedioso. De modo que él encuentra ese paso que cruza el rio y que se aleja de lo pedante vacío y ocupa la orilla de lo culto rebosante de sutilezas, inteligencia, sabiduría, y, más que nada, eso que alguien definió como sublime. Porque sublime es su forma de escribir, su modo de contar historias, de inventar mundos que a pesar de lo pequeños que parecen en lo que miden, consiguen abarcar todo un universo de temas, sensaciones, pasiones, muertes, desavenencias, últimos estertores, paraísos cercados. Y si como los antiguos maestros alfareros hacían cuencos de un pedazo de barro, y ese cuenco en su limpia fragilidad, representa todo lo que de la utilidad ha troncado a ser inútilmente maravilloso; contar historias, como estas, es la más maravillosa de las inutilidades, pero que nos hace un poco más listos, debido a que si alguien, como Bufalino, nos apunta con el indice para que veamos lo bello que es el atardecer, miramos no sólo la caída del sol sino también las manchas de tinta en la mano y los ojos secos de leer y escribir del que señala: los atardeceres ocurren todos los días,  que alguien se pare para mostrárnoslos es , ahora, cosa de lunáticos...





Una noche sirve al libro para contarnos una historia de siglos: la de la lucha de las personas por su libertad y la de otros para que no la consigan. Un castillo, una celda, una simple habitación es el centro de un universo, donde explotará una supernova que engullirá presentimientos, presunciones, palabras dichas o calladas, miedos y vergüenzas de unos simples humanos condenados a elegir entre sus ideales y la muerte, entre ellos y la vida de los demás. Cuatro personas, cuatro reos en un penal en una isla, son condenados a la guillotina, por actos en contra del rey borbón. El gobernador del penal les hará una proposición: perdonarles si delatan a su jefe supremo. En la vigilia de la noche anterior a su delación o muerte, los cuatro, junto a un legendario bandido al que van a ajusticiar con ellos, deciden contar -como un decamerón moderno- historias que hagan pasar el mortífero tiempo, y les sitúe, según su opinión,  en el momento en el que su vida cambió. Verdades, mentiras, sabiduría y estupidez, orgullo y rubor, sexo y castidad, muerte y vida , pasaran por sus relatos contados a la tenebrosa luz de una luna perezosa en salir y rápida en su intención de ocultarse en el horizonte. Pero, si alguien se fiaría de que el mundo  tiene un único y simple camino, este libro hará hacerse desconfiado a esa persona desconocida:  nada creerá porque sí, nada pensará porque es lo lógico, porque así siempre fue, porque nada cambia, porque el mundo es tan aburrido como parece, que vencida la inteligencia la monotonía nos invade.


De los papeles que, parece sorprender, resultan ser  las hojas de este libro, hay momentos que aparenta exudar gotas de sudor frio resultantes del miedo momentáneo de los reos de muerte, pero también gotas de sudor resultantes del calor que parecen despedir las historias que cuentan, los paisajes que cruzan, los soles de los que se ocultan, de las lunas que buscan, de las frias mañanas que preferirían olvidar...Parece que esos papeles rememoran, también, historias de antiguos estudios lectivos, donde socialistas utópicos, Saint-Simon, carbonarios,...son parte de esa memoria entre joven y olvidadiza, y que aquí parece dar cuerpo y sentido a todo aquello, dando forma y concepto a las ideas, a los hombres, a los porqués, a las venganzas, a las luchas...Pisando terreno húmedo, parece que te hundes en las profundidades de la historias, comes con ellos, peleas con ellos, mientes con ellos, descubres con ellos, pero sabes que todo aquello son los estertores, quizá, de su vida; ponerte en su piel es lo que un lector atento haría para gozar y vivir, llorar y morir con sus letras. Simplemente es literatura, no hay más elogio.


 Como en las antiguas películas, los vampiros góticos y de bajo  presupuesto pero plena y extrañamente majestuosos  en su decrepitud  y en su milenaria  decadencia,  huyen del sol que alumbra y calienta pero no de la luna que brilla..¿la diferencia? siempre he pensado que porque  uno es útil y la otra es hermosa...


Posdata: no cometáis la estupidez que hice yo de leer la contraportada del libro antes de leerlo. Lo cierto es que, sin acritud, el que la pensó parece que no ha leído un libro en su vida...

wineruda









martes, marzo 22, 2016

AGUA, PERRO, CABALLO, CABEZA de GONÇALO M. TAVARES

















AGUA, PERRO, CABALLO, CABEZA de GONÇALO M. TAVARES
agua, cao, cavalo, cabeça 2006
Edt Xordica 78 Pág
Trd. Florencia Garramuño





Si empuñas un cuchillo y marcas la piel, la tuya o la de alguien, con una fina herida de la que brota una pequeña gota alargada de sangre; si una mirada te atraviesa llena de pánico o de odio, de estremecimiento o de amargura; si un grito rompe el silencio de una sosegada madrugada y te crea una vigilia de temor y presagio; si un repentino soplo de aire frio te estremece, incómoda, la piel; si una pesadilla revienta en tu cabeza con una solidez de verdad fermentada en miedo; si la boca, enferma de miedo y sospecha, se ha vuelto tan seca que la saliva te lima, áspera, la garganta... Entonces comprenderás este libro, porque habrás conocido la sensación de advertencia, la horrible sensación premonitoria de que algo horrible pasa, pasó o puede pasar; si te ha ocurrido algo de eso o todo eso buscarás la huella que ha quedado en ti de esa amenaza, creíble como los sueños que se repiten como un deja vu afanoso por retarte y aprisionarte, real como la sangre que gotea de tu mano y golpea el suelo con una cadencia repugnante.



Si una voz, acre y presta a golpear, te repitiera un salmo escrito con lágrimas y sangre derramada por héroes caídos, suicidas, poetas del infierno, por ángeles enterrados entre sábanas de un hospital, de cuerpos insepultos, de ojos ensangrentados, de navajas amenazantes, de rosas clavadas en el corazón, con el aullido triste de niños enterrados entre escombros, de cisnes con cuellos cortados, de carne apaleada; entonces, cuando esa voz haya llegado a ti, sabrás por donde circula la sangre de este libro, por donde ha insuflado vida el creador a su obra. Obra que te incomodará, como incomoda todo lo que no es controlable, todo lo que te repele y prefieres tener en algún rincón de la mente en la que no se pueda entrar si no es con el beneplácito de tu apacible vida segura, con el parapeto que formas con tu santa y adecuada existencia por el que el mal, o la intención del mal, o la precocidad del mal, es controlado por un simple abrir o cerrar de ojos, o por el sacudir de tu cabeza y una beatífica sonrisa para con tus amados hijos que nada temen, ni temerán porque la vida está controlada por ti y por tu simple y decisivo deseo.








Pero si tu deseo no  puede controlar todo, alrededor de este libro surgirá ese enemigo letal que es el miedo, ese que rompe todas tus barreras, ese que te hace ocultar debajo de tus pestañas, ese que no te perdona una flaqueza, ese que no olvida con el tiempo, ese que se repite cada mañana cuando abres la puerta, ese que se repite cada vez que pasa alguien, demasiado cerca, a tu lado, ese que existe cuando alguien que amas cierra la puerta a sus espaldas. Y en este libro conocerás, a golpe de frase cortante, casi lacerante, el sonido seco de lo que sucede en el mundo, o, quizás, solo en tu mente, y repetirá como aquel salmo de ángeles enterrados, situaciones imposibles que esperas que lo sean y que no despierten de su cuadrado de letras negras y papel blanco, porque esperas que el salmo-pesadilla sólo exista en el momento que abres el libro, en ese escaso y preciso instante, y que se acabe con el soplo de aire de las páginas al cerrarse; pero no , como todo buen libro, te apretará las sienes y te escupirá en la cara esa saliva seca del miedo diciéndote que todas esas cosas estaban en ti, en tu memoria personal o en la propiedad comunal que es el recelo, la desconfianza, el asombro, el desasosiego, y, en fin, la cobardía.



Y si hay momentos que el libro te produce esa sensación de inquietud, casi de temor reverencial por lo innombrable, por lo feo, por lo oscuro, por lo que el mundo parece despreciar, por lo que nadie parece querer que se diga, que se vea, que se escuche; entonces sabrás que de verdad eres un cobarde, porque todo lo que se dice en este libro existe, existió y existirá; como una plegaría existió en la boca de los oprimidos sin más esperanza. En estos cuentos cortos, muy cortos, tú tendrás tu oración maldita, tu grito insepulto por el cual la literatura se viste con sudarios fríos y se tumba en carreteras heladas entre gatos negros muertos y ojos vidriosos de miedo y desconcierto.



Wineruda

jueves, marzo 17, 2016

VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL


















VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL
they came like swallows 1937
Ed. Debolsillo 207Pág
Trad. Gabriela Bustelo





A veces un escritor, pienso, debe sentirse como un barrenero en una mina, que arranca las entrañas a la tierra, impone caminos donde sólo hubo paredes, y en la asfixiante oquedad descubre, cuando esta sólo, el ruido de las gotas al caer, de las paredes moviéndose y los quejidos de los techos presionando las vigas; y cuando está acompañado siente el olor ácido del sudor y el intenso pánico oculto entre fatigas, monotonía y riegos allá donde la dinamita va a explotar, asustando, por el suave temblor en los pies, a sus familias en sus casas. Y el escritor debe sentirse así, decido imaginar, porque las historias nacen por un lado del propio ingenio y por otro lado del esfuerzo por dinamitar las cuatro paredes que a veces parecen encerrar recuerdos, pensamientos o ideas. Confinados no sólo por la propia inercia del olvido simple, sino por el más doloroso olvido necesario y terapéutico. Pero como todo dueño de mina sabe, la riqueza que provoca los esfuerzos ajenos, reconforta al más despreciable de los escépticos. Y un escritor es a la vez dueño de la mina y caballo de tiro, potro y jinete, puesto que es autor y actor a la vez. ¿Que qué quiero decir? Pongamos de ejemplo este libro, que para eso lo he titulado con su nombre: Maxvell, retoma y recuerda una época de su vida: la terrible pandemia de la gripe española que asoló el mundo allá por los años finales de la segunda década del siglo XX, y en ella incrusta una historia sobre la sensibilidad. Esa parte de la personalidad que sólo se ha creado con el trascurrir del tiempo y de las miradas, y de las caricias, y de los dolores y de las ausencias, y de las presencias y de olvidos, hartazgos, posesiones, favores tuyos, y solamente tuyos, barrenados en tu mente con dinamita hecha con tu pelo, con tu sangre y con tu carne, formando un mapa de una mina intrincada y desafiante de la que sólo existe un dueño, un dibujante, un trabajador, una victima y un ataúd, y son todos tuyos y para ti. Maxvell muestra toda su ternura, que no su sensiblería, para mostrar como si fuera el punto de vista de los canarios que llevaban los mineros para sentir cuando pudiera explotar la mina. Animales presos en un mundo tan cerrado como oscuro, pero plenos de belleza propia, incluso alegría, en el canto y en el colorido de sus plumas, como plenos de extrañeza de estar en lugar al que nunca hubieran deseado ir.




En la época en la que coincide el final de la Primera Guerra Mundial con la propagación de la gripe española, una familia con dos hijos, y otro por venir, vive en una barrio de una ciudad acomodada de Estados Unidos. Rodeada por casi toda su familia y por algunos recuerdos, el tiempo transcurre como debe ser para cada uno de los habitantes de la casa. Sus problemas, sensaciones, sentimientos, miradas regaladas y perdidas, sus caricias deseadas, sus pequeños rencores y sus mínimas infamias empiezan a discurrir por las páginas del libro descritas uno detrás de otro por los miembros de la familia, siendo el eje en el que circula el aire y la sangre de la familia, la madre/esposa/hermana Elizabeth. Ese pequeño universo gira, aunque le pese a Copérnico, sobre el centro de un planeta pequeño, alado, tierno y seguro que se convierte de día en esa mujer que parece que da sentido a la rotación de sus satélites. Vadeando el mundo, sus hijos -Robert y Bunny- su hermana -Irene- y su marido -James- libran una batalla consigo mismos para poseer , defender, arreglar los errores que se van creando cuando la mente va intentando ser más lista que la vida.




Maxvell es un autor que investiga el mundo que le rodea, parece encontrar el color, incluso el matiz exacto, de la mirada de las personas, parece percibir el grado de fuerza del abrazo, o el método por el cual la sonrisa o las lágrimas parecen surgir de un niño de un segundo a otro. Incluso da la impresión que descubre el sabor de las sonrisas sólo por su calidez, y la fiereza de la mueca midiendo el grado de separación de la comisura de los labios. Nada parece ocultarsele al escritor, ha encontrado el camino, los mapas, los senderos y sabe por donde discurren, incluso por donde han discurrido los ya ocultos por la maleza del tiempo. Es probable que sea porque fue su camino, su maleza, su fiereza, sus lagrimas, sus sonrisas, su pasado, sus abrazos, sus alegrías, sus oquedades y su mina profunda.


Este es un libro, pulido, cristalino, bello y con aristas, como un diamante.

wineruda




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